Vivimos en un mundo globalizado, recibiendo información constante a través de todo tipo de medios. En este sentido, los profesionales del campo dudan entre diferentes alternativas a la hora de buscar la opción más indicada para el laboreo del suelo.
Así pues, escoger el tipo de agricultura, el apero idóneo, decidir cuándo y cómo dar una alternativa favorable a los productos sembrados, así como mantener la fertilidad y optimizar las condiciones del suelo, es cada vez más complicado. Todo esto se ve condicionado por las necesidades que demanda la sociedad con unos plazos y unos rendimientos que apremian.
El barbecho y los tipos de agricultura
Centrémonos en el barbecho y los tipos de agricultura. Por un lado, está la intensiva, que se focaliza en la obtención de la mayor producción posible, siendo frecuente el uso de químicos (abonos, fertilizantes, herbicidas, etc.). Tiene un fuerte componente comercial, así como una alta productividad. Por otro lado, está la extensiva, máxima cosecha por número de personas implicadas. Tiene un enfoque más moderado y el uso de químicos es menor, lo cual es más saludable para el terreno. Aquí estaría encuadrado el barbecho.
Las tierras a las que dejamos descansar, durante uno o varios ciclos vegetativos, están en barbecho. Todo con el fin de conservar y mejorar sus propiedades, así como su fertilidad. Esta práctica agrícola es usual en la rotación de cultivos.
No obstante, el transcurso del tiempo y la modernización del sector en cuestión de maquinaria y productos agrícolas hacen que contemplemos otras opciones o sistemas de cultivo. Tanto es así que técnicos y especialistas opinan que, con los nuevos aperos y sistemas, así como con las rotaciones adecuadas, no sería necesario recurrir al barbecho. Los suelos se pueden agrupar en 2 tipos: labrado y sin labrar, algo que debemos analizar por separado.
Tipos de suelo
En cuanto al suelo labrado hay 2 variantes: labrado mecánico y labrado químico. En el labrado mecánico, también conocido como blanco o desnudo, se eliminan las malas hierbas, pero se deja el terreno trabajado sin cultivo. Como ventajas, tiene que la tierra descansa y se combaten las malas hierbas; como desventajas, que se destruye la estructura del propio horizonte superficial, la erosión y problemas con la llegada abundante de agua.
En el labrado químico se eliminan las malas hierbas y la maleza con ayuda de herbicidas, fungicidas, etc.
En cuanto al suelo sin labrar, puede tratarse de verde, tierra sin labrar o apto para el cultivo de leguminosas. La ventaja es que se mantiene la estructura del suelo; la desventaja, el control de la maleza y de las malas hierbas.
Dicho esto, el usuario del terreno deberá sopesar qué necesidades tiene y qué rendimiento quiere sacarle, eso sí, siempre en función de las características y particularidades de cada zona, suelo, etc. A partir de ahí, se le podrá proporcionar el máximo apoyo y asesoramiento para encontrar la mejor solución y disfrutar de dicho proceso.