La Comunidad de Galicia cuenta con tierras muy aptas para el cultivo y, además, productivas. Eso sí, siempre que la preparación del suelo haya sido la correcta con ayuda de la maquinaria adecuada. Si hacemos un análisis del mismo, apreciaremos que es un suelo ácido, con un pH bajo, incluso el que está sobre rocas básicas. Todo ello es debido a un clima con abundantes precipitaciones. Por eso, la mayoría de estos suelos necesita un encalado previo a la fertilización.
Las tierras gallegas tienen una naturaleza especial. No obstante, sus condiciones dependen del tratamiento histórico que hayan recibido. El problema de acidez está ahí, por lo cual, el aluminio puede llegar a ser tóxico. Sin embargo, el suelo de esta tierra tiene mucha materia orgánica que atrapa el aluminio. Así pues, este elemento no tiene una toxicidad directa, pero sí que está ocupando sitio donde debería haber nutrientes como calcio, magnesio o potasio. Cuando las plantas buscan dichos nutrientes no los encuentran, lo que hallan es el aluminio. Este elemento limita la fertilidad de los suelos ácidos.
Además de las propiedades químicas, la acidez también afecta a las propiedades físicas, como la porosidad del suelo, y también a las biológicas, como la actividad microbiana que es responsable de la mineralización de la materia orgánica y de la nitrificación.
El valor de pH es determinante
En los análisis de laboratorio que se han hecho de los suelos gallegos, la acidez ya venía corregida por encalados anteriores. Aun así, nos encontramos casi un 50% de los suelos estudiados con un pH por debajo de 5,5. Por encima de este nivel, el aluminio precipita eliminando el principal problema de los suelos ácidos. En consecuencia, se debe encalar para precipitar el aluminio y dar acceso a los nutrientes.
El valor de pH más recomendable es el que está entre 5,8 y 6. Si es superior ocurre que algunos micronutrientes, como el hierro o el manganeso, no los puede absorber la planta. Estos valores también son muy adecuados para que los microorganismos del suelo realicen sus funciones.
La pregunta es obligada: ¿Qué dosis de caliza sería necesaria para lograr esos valores de pH? La dosis varía mucho porque los suelos tienen un pasado y una respuesta diferente dependiendo de su capacidad de absorción. Si retrocedemos a los años 80, cuando en Galicia se transformaron montes en praderas, se hicieron ensayos en el Centro de Investigaciones Agrarias de Mabegondo con distintas dosis de caliza. Llegaron a la conclusión de que 3 toneladas por hectárea era una dosis suficiente para situar al aluminio en un valor por debajo del crítico para las praderas, además, el efecto del encalado permanecía 7 años después.
El encalado de fondo es superior
Saber elegir el mejor momento del año para hacer el encalado, es clave. Por lo general, suele ser antes de las primeras lluvias del otoño. En Galicia, concretamente, coincide con la siembra de las praderas. El encalado de fondo es el mejor, porque se incorpora el producto al suelo mediante el laboreo. A continuación, habría que esperar un tiempo antes de fertilizar para que no haya pérdida de nutrientes, sobre todo de nitrógeno. Se estima que, como mínimo, habría que dejar dos semanas entre el encalado y el abonado, aunque depende del encalante que se use.
Con respecto al producto a utilizar, el encalado en Galicia debe hacerse con caliza magnesiana, porque los suelos son pobres en calcio y magnesio. Por cierto, también hay subproductos de la industria alimentaria que funcionan muy bien, como la concha de mejillón triturada.
El Real Decreto de Nutrición Sostenible de Suelos Agrarios obliga a hacer analíticas del suelo. Y existen razones para ello. A continuación, cuando se encala o abona, hay que hacerlo con las dosis bien calculadas. De lo contrario, se provocarían desequilibrios en el suelo y otros problemas medioambientales.
Fertilizar después de encalar
En Galicia, por lo general, se fertiliza echando NPK, pero muchas veces no se ha encalado previamente. Esto supone una pérdida de eficiencia. En cambio, si se encala antes, se cambia el valor del pH y así el fósforo está disponible para las plantas. Por lo tanto, es preciso encalar primero y después corregir las carencias con lo que haga falta. Es más, en algunos suelos se requiere echar fertilizantes todos los años, porque hay una concentración de fósforo muy elevada. Un dato, el 40% de los suelos agrícolas analizados en Galicia presenta contenidos altos o muy altos en fósforo.
Cuando hay carencia de algún nutriente o un desequilibrio en el suelo, la calidad de la cosecha y su valor nutricional se resienten. Por ejemplo, los forrajes pueden crecer mucho, pero si apenas tienen magnesio surge la posibilidad de provocar problemas de tetania en el ganado, que es un desorden metabólico en rumiantes.
Esperanza Álvarez, catedrática del departamento de Edafología de la Escuela Politécnica de Lugo, recomienda hacer analíticas de suelo para poder corregir sus carencias, como la excesiva acidez, y así ajustar mejor las dosis de fertilizante.
En LISTE Maquinaria consideramos que un análisis del suelo tiene muchas ventajas. De entrada, supone conocerlo bien antes de cultivarlo: carencias, excesos, etc. Además, contribuye a ser más eficiente y también más productivo cuando llegue el momento de la recolección. En consecuencia, una vez analizado el suelo, se puede proceder a su preparación con una mayor seguridad en la toma de decisiones, lo que influirá en los resultados.